En este fragmento procedente de Vio (siglo XII) vemos la parte inferior de la cruz del Calvario, las calzas de un soldado y dos personajes vestidos con una túnica, probablemente María y Juan. La escena, como es habitual en el arte románico, se inserta en un mundo sin apenas referencias de lugares y tiempos concretos.
Los personajes no están sujetos a un espacio determinado, desafían la gravedad y no proyectan sombra, no tienen volumen. Están más allá del espacio y del tiempo, de la accidentabilidad terrenal.
En este arte conceptual más que visual, se nos reproduce un mundo intelectual en el que no cabe la representación tridimensional del espacio, ni de la perspectiva.
Como fondo, se disponen franjas horizontales de colores planos muy contrastadas entre sí, quizá en España influencia de la miniatura mozárabe. Los colores son intensos y brillantes (rojo, amarillo, naranja y azul) porque tienen que vibrar en la penumbra de las iglesias.
La abundancia de los pliegues remite a una moda oriental bizantinizante, propia de personas privilegiadas que se vestían con sedas y telas blandas, que formaban pliegues abundantes.
