Nuestro Museo exhibe una reproducción de esta magnífica pieza depositada en el Museo Provincial de Huesca (nº de inventario 1542). Fue hallada en en 1978 en la pequeña ermita románica de San Pedro de Colls, en Puente de Montañana; se encontraba envolviendo una lipsanoteca que había sido colocada bajo el ara del altar.
Se trata de un fragmento de tejido denominado «tiraz», palabra procedente del persa que, originalmente, denominaba un bordado. Más tarde se comenzó a identificar con un traje usado por el gobernante o por personas de alto rango, decorado con bandas de inscripciones aplicadas en el borde de la túnica, de las mangas o en los extremos del turbante.

Con el tiempo, la palabra «tiraz» se usó para denominar el taller cortesano en el que se elaboraban tales tejidos y prendas, llamado «dar al tiraz» es decir «taller real de tejidos».
Posteriormente, la palabra «tiraz» designó a los ricos tejidos con bandas ornamentales e inscripciones del Corán y loas al califa realizadas en sedas, oro y plata.
Este fragmento de tiraz está formado por un tejido de tafetán. La seda era la materia textil más apreciada por su brillo, suavidad, finura y por su intensa absorción de los tintes. El textil cuenta con una franja ornamental más tupida, tejida con técnica de tapicería. La decoración también se ha aplicado con hilos de oro entorchados (enrollados en torno a un alma de seda). Como la demanada de oro para los talleres textiles andalusíes era muy superior a la producción, fue necesario importarlo de zonas del África negra, tan lejanas como Ghana.
La decoración se distribuye en tres bandas; la central tiene cuatro rombos completos decorados con flores, enmarcadas por motivos geométricos, palmetas estilizadas y flores esquemáticas o gemas; el quinto rombo, incompleto, presenta la figura de un pavón con la cabeza vuelta.
Esta decoración articulada a base de rombos, estilísticamente presenta influencias sasánidas y abasidas, por los temas de filas de círculos con animales dentro de perfil y orlas florales esquemáticas alrededor de éstos como marco; se relaciona también con el Egipto copto y el Egipto musulmán fatimí, por la técnica de tapiz. Todo ellos asocia nuestro tiraz con los tejidos surgidos del taller real o «tiraz» de Hisham II, del final de la época califal.

Los colores de este tejido son extraordinarios: verde, amarillo, azul índigo, celeste, rojo … Ibn Jaldun, el famoso historiador andalusí del siglo XIV explica que el tinte usado en Al-Andalus sobre un tejido «[···] cuando éste ha sido bien teñido, persiste mientras que dura el tejido».
A cada lado de esta banda central y dispuestas de forma especular, hay dos inscripciones en caracteres cúficos y color marfil, donde se lee «En el nombre de Dios, el Clemente y [el Misericordioso]».
Ibn Haldun explica que estos tejidos de tiraz se tejían así «bajo la dinastía oriental de los abbasíes, al igual que bajo los Omeyas de Al Andalus, así como bajo las pequeñas dinastías taifas, y la de los fatimíes de Egipto». En Al -Ándalus, no sólo existieron talleres textiles en torno a la corte; hubo muchos otros privados que atendían la creciente demanda interna y también para la exportación a los reinos cristianos de la Península y del resto de Europa.
La Catedral de Roda de Isábena conservaba ricos tejidos, algunos procedentes de Oriente (Egipto y Persia), que bien podrían haber sido adquiridos en prósperas plazas comerciales como los mercados de la ciudad de Barbastro.
Estos tejidos, con toda probabilidad donados por nobles o miembros del alto clero como Obispos o Abades, no sólo se usaban para enriquecer la indumentaria litúrgica, sino también para envolver las reliquias, dando así realce y mayor pompa a las solemnes ceremonias de consagración de nuevas iglesias, como la de San Pedro de Colls. Su milagrosa conservación hasta nuestros días se debe a que estas extraordinaris piezas se guardaron como valiosos tesores en el interior de arquetas, lipsanotecas o sudarios e indumentaria religiosa de personajes venerables y altas jerarquías eclesiásticas.
Puedes leer más sobre los tejidos andalusíes en este monográfico publicado en Artigrama de Cristina Partearroyo.