Hoy, día 15 de diciembre, celebra nuestro Museo Diocesano el 4º aniversario de su inauguración, fecha que bien merece que recordemos sus orígenes y sus antecedentes humildes, que progresivamente fueron creciendo hasta dar como resultado una valiosa colección de arte sacro, expresión de la fe, la cultura y de la situación socio-económica de la mayoría de los pueblos del Alto Aragón Oriental. A estos fondos procedentes del mundo rural –muchos sorprenden por su calidad artística-, hay que añadir las numerosas piezas, sobre todo ornamentos y orfebrería, que tiene depositadas la Catedral, exponentes de muchas épocas de esplendor de nuestro primer templo.
Como la inmensa mayoría de los museos diocesanos, el nuestro tuvo sus orígenes en la llamada Cátedra de Arqueología del Seminario Conciliar, asignatura que se impartía desde principios del siglo XX; desde entonces se recogieron piezas artísticas para la enseñanza de los aspirantes al sacerdocio. Estas Cátedras se crearon siguiendo las orientaciones de la Santa Sede, que deseaba que los seminaristas tuvieran conocimientos suficientes para valorar y cuidar los objetos artísticos de las parroquias que un día regentarían.
En este primer momento y antes de 1936, se llevaron al Seminario los dos tapices de Fanlo del siglo XVII y realizados en Bruselas, casullas de Puy de Cinca, el píxide románico, el pokal (copa de procedencia alemana convertida posteriormente en custodia), y según fotografía de Ricardo del Arco, la Virgen románica de Obarra, que desde hace poco tiempo sabemos que forma parte de una colección particular en Barcelona; de ella hablaremos próximamente en este mismo medio. Hay que suponer que de esta época procede alguna otra pieza de la que no tenemos datos.
En la década de los años 40 del pasado siglo, se trasladan al Palacio Episcopal (aún no estaba habilitado el espacio museístico en la Catedral) la Virgen románica de Rañín, la Mitra del Monasterio de San Victorián del siglo XII y el cuadro representando la muerte del mismo santo.
En los años 50, D. Santos Lalueza Gil, a la sazón Vicario General de la Diócesis y persona muy experta en temas de patrimonio cultural, además de notable historiador, en sus viajes por la Diócesis acompañando a los obispos en sus visitas pastorales, tuvo ocasión de conocer notables piezas que no gozaban de seguridad, al estar en núcleos de muy pocos habitantes: así se bajaron al Palacio Episcopal el copón-expositor de Fanlo, y la bandeja de Burgasé, entre otros objetos. En estos años, tuvo lugar, ante el deterioro progresivo que sufría la iglesia del Monasterio de San Victorián, convertido en simple templo parroquial, el traslado a la Catedral del retablo mayor, ubicándose en la capilla de San José, y junto con él también se trasladaron otros objetos como el apostolado del siglo XVIII, hoy en el Museo.
Ya en el año 1964 se diseñó un plan para organizar un museo capitular en una de las capillas de la Catedral, proyecto que no llegó a realizarse. En mayo de 1966 se adoptó la denominación de Museo Diocesano, que incluiría tanto las piezas procedentes de las parroquias, como las propias del templo catedralicio; en ese momento se decide la ubicación anterior, a lo que accede generosamente el Cabildo. En el proyecto, del arquitecto del Ministerio de Cultura Sr. Pons Sorolla y con subvención de dicho Ministerio, se transforman y adaptan las estancias existentes sobre la Sacristía Mayor.
La inauguración tiene lugar el día 30 de Mayo de 1978, quedando abierto al púbico con horario diario. Hasta entonces, después de terminadas las obras de adaptación, sirvió tan solo para custodiar las obras. D. Manuel Iglesias Costa, ya conservador del patrimonio, como entonces se denominaba, fue nombrado también director del nuevo Museo y fue el encargado de llevar a cabo el proyecto museístico y el correspondiente montaje, con la colaboración del abajo firmante y del entonces Taller Diocesano de Restauración ubicado en Las Paules dirigido por D. Domingo Subías. D. Manuel Iglesias realizó, como antes lo había hecho D. Santos Lalueza, un ingente trabajo de recogida de piezas y de sensibilización de las gentes de las parroquias para que vieran con buenos ojos el traslado de las piezas para mayor seguridad y mejores condiciones de conservación.
Este espacio quedó vacío y sin uso al trasladar las obras al nuevo Museo y recientemente se ha recuperado para mostrar un valioso conjunto de ornamentos de la Catedral y para acceder al óculo eucarístico del retablo mayor, que ofrece una nueva e interesante visión del templo catedralicio. Las visitas a estos lugares están restringidas y solo se realizan en momentos puntuales.
Coincidiendo con la emigración que se produjo al expropiar las tierras de labor de varios pueblos colindantes con el pantano de El Grado, en la década de los 60, se trasladan la imagen gótica de la Virgen del Romeral, una singular cruz parroquial y varios ornamentos litúrgicos de Puy de Cinca, que ya había depositado en el Seminario, algunos ornamentos, como vimos al hablar de las primeras épocas del pre-museo. Pueblo este de Puy de Cinca que juntamente con Vio, ha aportado más cantidad de piezas, que además se distinguen por su calidad.
Los setenta son los años en los que produce el arrancado y posterior traslado de varias pinturas murales: el pantocrátor de Vio, lugar en el que quedaban muy poso habitantes y en cuya iglesia parroquial ha quedado reproducido; también se trasladan el pantocrátor de Villamana (Boltaña), -cuya iglesia se halla totalmente en ruinas-, los murales de Lavelilla y de San Antón de Pano.
En los años 80 se incorporan al Museo el retablo de san Miguel de Avi, las Vírgenes de la Espelunca de San Victorián, las singulares tres piezas de Troncedo, la Cruz de Pallaruelo…
Entre las últimas incorporaciones destacan la Cruz de Gardia, las dos lipsanotecas de Muro de Roda y la procedente de la iglesia de san Juan de Montañana que vinieron a incrementar la ya abundante colección de las mismas.
Este esquemático recorrido por los fondos de nuestro Museo, nos da a entender el escalonado y lento crecimiento hasta llegar a la actual presentación, que es objeto de admiración y reconocimiento por parte de la mayoría de los visitantes.
La breve historia del nuestro Museo actual, comienza tras la inauguración que tuvo lugar el 15 de diciembre del año 2010, después de cuatro años de obras para transformar el antiguo Palacio Episcopal, ya muy deteriorado, en un continente lleno de originalidad y belleza, buen exponente de una valiosa arquitectura contemporánea. Con esta intervención la Ciudad garantizó la supervivencia de uno de sus edificios característicos y ganó un espacio al servicio de la cultura, así como un atractivo más para las gentes que la visitan; y la Diócesis puede poner muy dignamente su patrimonio artístico al servicio de todos los ciudadanos, posibilitándole transmitir, por su medio, el mensaje que le es propio y para el que nacieron las piezas expuestas.
Enrique Calvera Nerín
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Muy buen resumen.
Saludos
Francisco Molina Solana
Economista. Gestor Administrativo. Agente de la Propiedad Inmobiliaria.
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