Casulla y capa, siglo XVI. Terciopelo y bordado en seda y oro. Siglo XVI
Este terno rojo está incompleto a falta de la dalmática. Fue realizado en el momento de mayor esplendor de la «pintura de aguja», el siglo XVI, cuando el bordado sacro alcanzó su apogeo, tanto en Aragón como en el resto de España.
En esta época la producción de ornamentos sagrados fue una constante preocupación de los miembros del clero. Debido a la importancia extraordinaria que tras el Concilio de Trento concedió la Iglesia al ritual y a la liturgia, los templos se enriquecieron con ricos y variados textiles que proyectaban una imagen de esplendor y magnificencia y contribuían a prestar solemnidad a las ceremonias.
Como es habitual en los ornamentos de esta época, este conjunto de Puy de Cinca presenta un fondo de terciopelo enriquecido con tiras bordadas en los lugares destacados: las centrales de las Casullas y las delanteras de las capas pluviales.
El punto se ha realizado con el método del «bordado al pasado», es decir, atravesando con las hebras el tejido de base. Dado que practicar el bordado sobre un tejido de considerable grosor como el terciopelo revestía una gran dificultad, los artistas bordaban la labor sobre un lienzo que después se aplicaba a la prenda.
En estas tiras bordadas sobrepuestas, las figuras se disponen en escenas enmarcadas por franjas horizontales con retorchas de hilo de oro, y en una mínima ambientación espacial, a base de un suelo en damero que construye el espacio en perspectiva y unas esbeltas columnas que enmarcan las series de santos.
Los bordados se caracterizan por la variedad de hilos, la perfección técnica del trabajo y la calidad del diseño. El deterioro sufrido por el paso del tiempo llevó a su restauración en el siglo XIX mediante la incorporación de fragmentos de seda pintada para ocultar los rostros bordados originales, en los que por la finura del hilo, el trabajo prácticamente había desaparecido.
La capa pluvial presenta una pieza de cierre con la inscripción IHS. Se decora con una cenefa en torno al cuello y las caídas, articulada con 6 rectángulos con bordado de imaginería, típico del siglo XVI, que contienen hornacinas con las representaciones de la Virgen con el Niño, un Apóstol y san Mateo, en el lateral izquierdo, y de San Pablo, San Juan Bautista y un Santo Obispo, en el lateral derecho. La parte central de esta cenefa, sobre el capillo, presenta un cuadrado que contiene la imagen del Padre Eterno. En el capillo aparece la figura de San Esteban entronizado.
Las retorchas que enmarcan los encasamientos y los flecos que decoran el capillo están confeccionados con hilos de oro.
En la casulla, la ornamentación se concentra en la gran cenefa central que adorna tanto el delantero como la espalda. En el delantero se divide en dos rectángulos iguales en los que una bellísima composición arquitectónica cobija las imágenes de Santa Lucía y otra santa sin identificar debido al deterioro del bordado. En la espalada, la cenefa se divide en 3 rectángulos de los que los dos inferiores reproducen la composición arquitectónica citada. Éstos acogen las imágenes de San Esteban y un santo Obispo; el rectángulo restante presenta la imagen de la Virgen entronizada con el Niño.
En la actualidad únicamente se expone la capa pluvial, debido a su mejor estado de conservación.
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