EL DÍA DE SAN ANTÓN, LAS CINCO DAN CON SOL

LA VIDA DE SAN ANTÓN TAL Y COMO NOS LA CONTARON SUS HAGIÓGRAFOS (251-356).

A este santo se le conoce como San Antonio Abad, San Antón, Antonio el Ermitaño, San Antonio Magno o San Antonio de enero, para distinguirlo de San Antonio de Padua, cuya fiesta se celebra en junio.
Conocemos su vida gracias a los escritos de San Atanasio, obispo de Alejandría y discípulo suyo. Su “Vida de san Antonio” fue una de las obras más leídas de la antigüedad cristiana. El relato se popularizó sobre todo gracias a “La leyenda dorada” de Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII.
Nació en Coma, en la orilla izquierda del Nilo, en el Egipto central hacia el 250. Era hijo de padres patricios, pero de joven abandonó sus riquezas y se retiró al desierto, donde vivió entregado a la oración, la penitencia y las más rigurosas mortificaciones. Allí sufrió terribles tentaciones del diablo y supo afrontarlas con tal entereza que su fama de santidad se extendió rápidamente. Se le empezaron a unir tantos discípulos que se vio obligado a organizar un cenobio, por lo que se le considera el representante por antonomasia del ascetismo y padre del movimiento cenobítico, aunque no llegara a fundar ninguna orden.
Realizó algunas salidas de su retiro a Alejandría, por ejemplo en 311 para ir a animar a los cristianos perseguidos, y en 325 para combatir a los arrianos. Finalmente se estableció en Colztum, en un lugar totalmente aislado, donde protagonizó varios hechos milagrosos relacionados con los animales.
Al final casi de su existencia se acercó a visitar a Pablo el Ermitaño, a quien cada día un cuervo le suministraba un pan. Pero el día que llegó Antonio, el cuervo les suministró dos panes en lugar de uno. Cuando Pablo el Ermitaño murió, Antonio le enterró con la ayuda de dos leones.
San Antonio murió en el 356 a la edad de 105 años.
LA DIFUSIÓN DE SU CULTO EN ÉPOCA MEDIEVAL Y LA FUNDACIÓN DE LOS ANTONIANOS
Por su vida, llena de prodigios y de luchas contra el demonio, San Antón se convirtió muy pronto en uno de los santos más populares de la Antigüedad.
Sus restos reposan actualmente en Saint Julien D’ Arlés. Sus reliquias habían sido trasladadas a Francia a mediados del siglo XI y desde entonces su fiesta se celebra el 17 de enero.

Ilustración del Códice Manesse (s.XIII) mostrando un hospital de los Antonianos, con el emblema "Tau"
Ilustración del Códice Manesse (s.XIII) mostrando un hospital de los Antonianos, con el emblema «Tau»

En Francia fue fundada la orden de los canónigos agustinianos Hospitalarios de San Antón, conocidos como Antonianos, que llegaron a España en el siglo XII y se instalaron a lo largo del Camino de Santiago. Llevaban hábito negro y se identificaban con una Tau azul en la zona pectoral. En sus hospitales, a las afueras de las ciudades, atendían y cuidaban a los enfermos con dolencias contagiosas: peste, lepra, sarna, venéreas y sobre todo, ergotismo, conocido como Fuego Sagrado, Fuego del Infierno o Fuego de San Antonio.
EL FUEGO DE SAN ANTÓN
Los habitantes de la Europa central, consumidores habituales de pan de centeno, eran atacados de forma endémica por el Fuego de San Antón. Del Fuego de san Antón se decía que «atormentados por dolores atroces, los apestados lloraban en templos y plazas públicas buscando consuelo a la dolorosa enfermedad que les corroía pies y manos».
A fin de obtener una cura milagrosa acudían en peregrinación hacia Compostela, alojándose en los hospitales de los antonianos. Les pedían que mitigasen el dolor de sus extremidades gangrenadas, tocándolas con la punta de su báculo en forma de tau y éstos repartían entre los peregrinos enfermos, pan de trigo manipulado con ciertos rituales. Y así, la enfermedad iba mejorando hasta que, al llegar a Santiago, muchos habían sanado por completo. A veces, tras regresar a su país de origen, el mal reaparecía. Sin duda era el castigo de alguna nueva culpa contraída y era necesario un nuevo peregrinaje que asegura otra infalible curación.
Hoy sabemos que la enfermedad estaba causada por el consumo prolongado de pan de centeno contaminado por el hongo cornezuelo.
La enfermedad empezaba con una quemazón aguda, intensa y repentina en las extremidades. Muchas víctimas lograban sobrevivir pero quedaban mutiladas y podían llegar a perder todas sus extremidades por causa de la gangrena.

Canecillo de la Iglesia de Javierrelatre. Foto A. García Omedes
Canecillo de la Iglesia de Javierrelatre. Foto A. García Omedes

Antonio García Omedes reseña la huella dejada por esta aterradora peste en algunos canecillos de templos románicos del Alto Aragón, como este Javierrelatre, en el que un demonio devora el pie de un desdichado, aludiendo con ello al tremendo dolor que causaría la gangrena del miembro.

SAN ANTONIO Y SU CERDITO

Campanilla con la Tau. Foto: www.funjdiaz.net/museo
Campanilla con la Tau. Foto: www.funjdiaz.net/museo

Los monjes de san Antón vivían principalmente de las limosnas. Para asegurar la subsistencia de sus hospitales, se dispuso que los religiosos criaran cerdos que vagabundeaban libremente por las calles, y eran respetados y mantenidos por la caridad pública. A estos lechones se les colgaba una campanilla al cuello o a la oreja para que todos los identificaran. Su carne se destinaba a los hospitales o se vendía para recaudar dinero para la atención de los enfermos.
Es probable que, debido a esta ocupación de los antonianos, se pusieran bajo la protección de San Antonio primero los cerdos, y luego, por extensión, todos los animales domésticos.
ICONOGRAFÍA DE SAN ANTÓN
San Antón se representa como un anciano, pues vivió 105 años. Lleva larga barba (ya se sabe el dicho: “si sale con barba, San Antón y si no, la Purísima Concepción”).
A veces está apoyado en un bastón. Lleva un libro que hace referencia a la sabiduría de este Abad, “Padre Espiritual” de una de las principales corrientes monacales cristianas. Viste un hábito largo, con capa de color negro y con capuchón, portando el símbolo «Tau» de color azul. Este emblema estaba inspirado en los enfermos del “Fuego de San Antón”, y simbolizaba la muleta de un lisiado.
Se representa habitualmente con un cerdo que lleva una campanilla atada al cuello. Esta campanita hacer referencia a los cerditos que criaba los antonianos para sostenimiento de sus hospitales.
A veces el santo también lleva una campana en la mano, como los demandaderos que pedían para los hospitales de San Antón.
SAN ANTÓN EN EL MUSEO DIOCESANO DE BARBASTRO-MONZÓN
En el Museo contamos con dos imágnes de san Antón, ambas del siglo XVI.
Una se encuentra en un fragmento de Predela, procedente de la Iglesia de los Santos Reyes de Fanlo.

Predela de Fanlo. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón
Predela de Fanlo. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón

Una predela es una pieza horizontal que constituye en cierre inferior de un retablo. También se denomina banco y está compuesta por casas impares. La central, la ocupa la imagen de Cristo, Varón de Dolores, rodeado de las Arma Christi (símbolos de la Pasión) y sostenido por un ángel. Las restantes de derecha a izquierda representan a San Antonio Abad, Santa Catalina, Santa Bárbara y San Sebastián.

San Antón. Detalle de la predela de Fanlo. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón
San Antón. Detalle de la predela de Fanlo. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón

En esta tabla aparece san Antón como un anciano de barba gris. Va descalzo, y viste el característico hábito con capa negra, en cuyo lado izquierdo puede verse la Tau.
De la cintura cuelga un rosario de gruesas cuentas. Un cordón con cierto número de cuentas, ha sido un instrumento habitual en las más diversas religiones para controlar la repetición de plegarias. En España se difundió el rosario sobre todo a partir del siglo XV.
En la mano derecha lleva el libro, símbolo de las enseñanzas de este Padre del desierto. El brazo izquierdo lo apoya en un rústico cayado con forma de Tau. Con la mano sostiene una campanilla como la que llevaban los antoninos que pedían limosnas para el sostenimiento de los hospitales
A sus pies, en vez de un cerdo, encontramos un jabalí, perfectamente reconocible por sus colmillos y las duras cerdas que configuran su pelaje.

Jabalí. Detalle de la predela de Fanlo. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón
Jabalí. Detalle de la predela de Fanlo. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón

En esta pintura del siglo XVI todavía se aprecian ecos de la tradición gótica: los nimbos dorados, los gofrados o estucos dorados en relieve y los tapices con grandes dibujos adamascados con aplicaciones de oro que cuelgan tras la figura.

A la misma iconografía responde el San Antón de la predela del retablo de Yeba, renacentista, del siglo XVI. En este caso se ha prescindido del cerdito y el hábito es marrón.

San Antón. Detalle de la predela del retablo de Yeba. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón
San Antón. Detalle de la predela del retablo de Yeba. Museo Diocesano de Barbastro-Monzón

FIESTAS, HOGUERAS Y BENDICIONES DE ANIMALES
La festividad de San Antonio Abad continúa muy vigente y reúne un extraordinario conjunto de manifestaciones. Se encuentra en el momento más crítico del periodo invernal, el tiempo en que la naturaleza se paraliza, la semana considerada en la más fría del año. Es popularmente conocida como la ‘semana de los barbudos’, porque se reúnen en ella las fiestas de muchos santos que la iconografía de estampas y gozos ha representado con una larga barba: San Pablo ermitaño, San Antonio Abad, San Fructuoso, San Fabián…
En algunos pueblos, la noche de la víspera, el 16 de enero, se encienden grandes hogueras en su honor, quizá para combatir el frío y sobre todo la oscuridad en esta época del año. Nos remiten a antiguos ritos paganos que pretendían ayudar al débil sol a recuperar su fuerza y su calor. Todavía se hacen hogueras en Tamarite, Alcubierre, Zaidín, Torrente, Castillazuelo, Castillonroy, Buera o Cuarte.

Uno de los rituales más relacionados con la festividad es la bendición de los animales, que tiene que ver con algunos rituales precristianos, pues en las culturas arcaicas era el momento de la renovación del año, el más propicio para realizar rituales de purificación de personas, animales y campos.
En las sociedades rurales, hasta hace pocas décadas, caballos, asnos y mulos constituían la fuerza motriz que hacía funcionar el mundo y los ganados garantizaban la subsistencia delas familias. Los rituales destinados a protegerlos de las enfermedades han estado siempre confiados a San Antonio Abad, patrono de los cerditos y por extensión, de los demás animales domésticos.
El día de san Antón, todos acudían a misa con sus ganados, y al término de la función religiosa, los animales eran bendecidos. Todavía se realiza esta bendición en Barbastro.

Bendicion de los animales en Barbastro, esta misma mañana. Foto N. Labara
Bendicion de los animales en Barbastro, esta misma mañana. Foto N. Labara
Panecillos de San Antón
Panecillos de San Antón

En algunos lugares se hacían panecillos de cebada, centeno o trigo que vinieron a denominarse finalmente panecillos de San Antón, a fin de que estos panes bendecidos protegieran a quienes los ingerían.

¡Feliz día de San Antón!

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