Calvario. Fragmento de frontal de altar. Pintura al temple sobre tabla. Vio (Fanlo), Iglesia de San Vicente, principios del siglo XII. 80 x 25 cm.
Este fragmento apareció casualmente en 1974, clavado en la parte posterior de una de las vigas empotradas en el ábside para apoyo de un retablo (c. 1510) destruido en la Guerra de 1936.
Aunque muy incompleto, se reconoce la parte inferior de la cruz del Calvario, las calzas de un soldado y tres personajes vestidos con una túnica, probablemente las santas mujeres con San Juan.
La orla conservada en el lateral derecho debió servir como enmarque para las escenas, que como es habitual en la decoración de los antipendios, estarían ordenadas en varios registros.
La escena, como es habitual en el arte románico, se inserta en un mundo sin apenas referencias de lugares y tiempos concretos. En este arte conceptual más que visual, se reproduce un mundo intelectual en el que no cabe la representación tridimensional del espacio, ni de la perspectiva. Como fondo, se disponen franjas horizontales de colores planos muy contrastadas entre sí, influencia de la miniatura mozárabe. Los colores son intensos, brillantes y contrastados –rojo, amarillo, verde y azules– porque tienen que vibrar en la penumbra de las iglesias.
Los personajes no están sujetos a un espacio determinado, desafían la gravedad y no proyectan sombra, no tienen volumen. Están más allá del espacio y del tiempo, de la accidentabilidad terrenal.

La abundancia de los pliegues remite a una moda oriental bizantinizante, propia de personas privilegiadas que se vestían con sedas y telas blandas, que formaban pliegues abundantes.
El trazo caligráfico del dibujo, la gama cromática, así como el característico plegado de los paños, ponen en relación este fragmento con parte de la decoración mural de Santa María de Tahull, iglesia consagrada por San Ramón, Obispo de Roda-Barbastro, en diciembre de 1123.
Es significativo que en los límites oriental –Tahull– y occidental –Vio– de su diócesis, amenazada por las aspiraciones territoriales de los obispos de Urgel y Huesca respectivamente, San Ramón promoviera estos programas decorativos, que se convierten así en las expresión plástica de la reivindicación de sus posesiones episcopales y de su jurisdicción territorial.