EL CÁLIZ LIMONSERO DE PELEGRIÑÓN

Hoy presentamos una nueva  pieza que no se expone en la colección permanente del Museo, curiosa por su origen y cargada de historia.
Un modelo neoclásico, realizado en 1833.
Se trata un cáliz realizado en plata en su color; tan solo tiene sobredorada la copa al interior y la vuelta de un centímetro al exterior del vaso.
Liso en cuanto a su decoración, este cáliz responde al modelo cortesano de estilo neoclásico. Está formado por un vaso de copa acampanada, un vástago central articulado mediante sencillas molduras y un astil cilíndrico que apoya sobre el pie circular, compuesto por tres cuerpos escalonados, de distinto diámetro.
En el pie aparecen grabados el escudo del soberano coronado con el collar del Toisón y las armas de Fernando VII. También leemos en él la inscripción en letras capitales del monarca y del Limosnero mayor, además de una inscripción que identifica el templo: “Yglesia de Pelegriñón” Dichas inscipciones votivas rezan: “SIENDO PATRIARCA DE LAS INDIAS EL EXMO SR DN ANTONIO ALLUE Y SESÉ LIMOSNERO MAYOR DE S.M. AÑO DE 1833” “FERDINANDUS VII HISP ET IND REX REGI REGUM OBTULIT”.

Una costumbre instituida por los austrias: los cálices limosneros o de los patriarcas.

Estos cálices también se denominan “de los Patriarcas” o limosneros. Al parecer fue Carlos I quien instituyó la costumbre, mantenida hasta tiempos de Alfonso XIII,  de que los monarcas españoles ofrecieran al Niño Dios, el día de la Epifanía, tres cálices como recuerdo del oro, incienso y mirra que los tres Magos de Oriente regalaron al Niño Jesús. Al parecer, tanto Carlos I, como su hijo Felipe II, escenificaban la ofrenda entregando en la Misa Mayor tres cálices de plata sobredorada que contenían las mencionadas substancias. El primero lo hacía en la capilla del Palacio y el segundo, en la iglesia del monasterio de El Escorial.
Después de la celebración religiosa, los vasos sagrados eran regalados a instituciones religiosas, generalmente previa petición de las mismas, a veces por iniciativa real y en ocasiones, a petición de algún particular. También el limosnero mayor se encargaba de repartirlos entre parroquias y conventos de su especial devoción.
Estos vasos se identifican claramente por las inscripciones que recuerdan su origen y las armas reales que ostentan. Realizados normalmente por plateros reales, tienen siempre calidad, aunque frecuentemente son desornamentados.
Un regalo de Fernando VII
Este cáliz pertenece a la última época de Fernando VII de Borbón, nacido en San Lorenzo del Escorial el 14 de octubre de 1784, hijo del Rey Carlos IV y de Mª Luisa de Parma. Fue rey de España hasta 1808. Tras la expulsión de José Bonaparte, reinó nuevamente, desde 1813 hasta su muerte, el 29 de septiembre de 1833.
El cáliz de Pelegriñón es uno de los últimos cálices limosneros que regaló el Rey Fernando VII siguiendo esta tradición. En vez de  nueve, entre 1834 y 1836 se habían labrado sólo tres cálices. Y desde 1837 hasta 1844  una Real Orden suspendió la ofrenda de estos vasos. La costumbre se reanudó en 1845.

Escudo de Fernando VII

El cargo de limosnero mayor en 1833 –año de donación del cáliz de Pelegriñón- lo disfrutaba Don Antonio de Allué y Sessé, natural de Asín de Broto (Huesca), donde había nacido el 16 de agosto de 1766, en el seno de una familia de infanzones. De la época en la que Antonio de Allué y Sesé fue limosnero, se tiene constancia de la existencia de cinco cálices, entre ellos el de Pelegriñón.
¿Cómo llegó el cáliz de Fernando VII a esta humilde parroquia altoaragonesa?
En este caso fue una petición directa al monarca de parte de Vicente de Pano y Vidal, Archivero de Gracia y Justicia de Castilla, órgano administrativo superior de la monarquía, que había nacido en Pelegriñón en 1798.
En 1833 en virtud del cargo que desempeñaba, tuvo relación con el Patriarca de las Indias, Antonio Allué, por su condición de Capellán del Consejo y Cámara de Castilla.
El platero
La identidad del platero nos la revela el punzón que aparece en la base del cáliz, justo al lado y delante de la inscripción  que acredita la pertenencia de la jocalia a la “Yglesia de Pelegriñón”.
Por un decreto de Carlos III del año 1765, los objetos de plata fabricados en Madrid aparecen marcados con el escudo de Madrid-Corte (un castillo) con la fecha en decenas, el nombre del platero en el centro y el escudo de Madrid-Villa (con el oso y el madroño) con la fecha en decenas. Las marcas de este cáliz se ajustan a la disposición citada:  la fecha 32 bajo el escudo de Madrid-Corte, en el centro el punzón del platero BLAZQUEZ, con una M sobre su nombre y a la derecha, el escudo de Madrid-Villa con la fecha 32.

Marca del Platero

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