Antonio Oteiza en el Museo Diocesano

Desde el 24 de julio al 28 de agosto se puede visitar, en la sala de exposiciones temporales del Museo Diocesano Barbastro-Monzón la exposición Anunciación, del pintor y escultor Antonio Oteiza. Al mismo tiempo, tendrá lugar otra exposición sobre San Josemaría en el Santuario de Torreciudad. Estas exposiciones se organizan en colaboración con las Jornadas Universitarias de los Pirineos de la Universidad de Navarra.

La inauguración, que contará con la presencia del artista, tendrá lugar el martes 24 de julio a las 11.00 horas. El acto de inauguración comenzará con un coloquio entre Antonio Oteiza y el pintor navarro Fermín Alvira.

La muestra que se expone en nuestras salas, recoge trece obras de Antonio Oteiza que representan el misterio de la Anunciación. El artista describe así la exposición:

Bajo un fondo limpio de referencia, los dos personajes, María y el Ángel, éste con el mensaje, y María receptiva, humilde. Diálogo y encuentro de gran misterio que nos trasciende. La mirada de los que contemplamos la escena no debe quedar fijada en un rostro anterior a la venida del Ángel, en un gusto por su cutis, la modestia de su compostura, la gracia de su sencillez, pues quedará en una admiración física.

En estas pinturas de la Anunciación podría descubrirse una voluntad para que el diálogo que se narra se escuche en lo que tiene de único. Nunca antes, ni después, se habían escuchado palabras parecidas. Hay mucho misterio para la mente del hombre.

La atención en esa cabeza del Ángel, ¿cuál sería la expresión de su cara al pronunciar el mensaje? ¿De sirviente, súplica, admiración, expectación? ¿el oído inclinada para la escucha de la respuesta de la joven María?

¿Se transfiguró el rostro de María ante las palabras del Ángel? ¿Hubo un silencio que se hiciera largo, hondo?

El espectador que ahora mira esos rostros, ciertamente que no podrá quedarse en ellos, que esos rostros ya no están, se transfiguraron.

Hacia esa realidad superior el artista ha de guiarse y guiar a otros en la obra religiosa que está haciendo.

Si el artista no ha deshecho esa figuración que estaba antes del diálogo, pero que ya no está después del diálogo, si no ha considerado esa segunda fase, será que ese artista no ha alcanzado a considerar, o no ha podido acercarse a la verdad del tema, a lo sobrenatural del diálogo.

Usted señora, usted señor, ¿ha entendido las palabras del Arcángel san Gabriel?, ¿Se ha detenido a reflexionar sobre ellas?, ¿las encuentra de tan difícil entendimiento?

Cuanto cansancio para el artista el tener que escuchar el repetido consejo de “que el pueblo lo entienda”. Pero más que de entendimiento, será cuestión de sentimiento, el de no llegara entender con nuestro sentimiento.

En ese mirarse del Ángel y María debió de ser de una total blancura lo que se interpuso, se rompieron las distancias y el tiempo, todo se hizo presente, el estallido de la total revelación para María, posiblemente un silencio ensordecedor, la criatura natural se resquebrajó y se minimizó hasta alcanzar un SÍ, la naturaleza dejó de existir, la naturaleza de María se divinizó, y Ella ¿en qué quedó? Al llenarse de gracia se fue borrando su rostro humano, que el que la mirase quede dentro de ese distinto silencio, también parlante, que lo pueda escuchar, sentir.

El misterio de la Anunciación vive en estos cartones al descubierto, sin falsedad, en simplicidad. Porque en la digna sobriedad está siempre la belleza y la verdad.

Tomado de Lo sacro en la pintura de Antonio Oteiza. 2014.

Anunciación. Antonio Oteiza

Antonio Oteiza Embil nace en San Sebastián (Gipuzkoa) el 26 de junio de 1926, hijo de Carmen Embil Giner y José Oteiza Lasa. A los diez años, se traslada con su hermano Ignacio a vivir a Orio, donde estudia en el Colegio la Salle de Zarauz. En 1945 entra en el noviciado de los Capuchinos, en Bilbao y comienza a estudiar Filosofía (1946-48) y Teología (1949-52), siendo ordenado sacerdote en Madrid por el obispo Eijo Garay en 1953. Destinado como misionero en Báyamo (Cuba), pasa 5 años en Venezuela y recorre el Orinoco. Allí inicia su carrera como artista realizando sus primeras obras en la década de los 50.

De vuelta a Madrid en 1961, plantea a sus superiores dedicarse al arte religioso. Recibe clases durante un mes de manos del escultor Víctor de los Ríos y del pintor de San Fernando Amadeo Roca. Monta un taller en el convento capuchino de Cuatro Caminos (Madrid) y allí crea sus primeras obras, perfectamente figurativas, como corresponde a los criterios de una formación académica. Allí realiza piezas como San Francisco y el lobo, San Francisco y las tórtolas y dos obras acerca de Pau Casals. En estas se aprecia la confluencia o síntesis formal entre las formas redondeadas orgánicas y los planos geométricos nítidos.

Antonio va definiendo lentamente su propio estilo. Trabaja madera y piedra. A mediados del mismo año se le da permiso para estudiar arte en La Escuela Internacional de Perusa (Italia). A su vuelta, en 1963, Antonio expone en Vitoria con el jesuita Santiago Montes. Durante estos años participa en el movimiento de renovación del arte religioso que promueve el concilio Vaticano II.

En octubre de 1964 se ve obligado a desmantelar el taller de Cuatro Caminos, pues es destinado al convento de Capuchinos de Gijón. Allí reanuda la práctica de la cerámica, en la Fábrica de Loza del barrio del Natahoyo. En Gijón quedan muchos trabajos suyos, que ascienden a casi 20 obras.

En 1969 pasa un año en Aránzazu con su hermano Jorge, donde trabaja en la obra de la Basílica. Su hermano Jorge es elegido para encabezar la obra junto al arquitecto Saénz de Oiza, los escultores Lucio Muñoz y Eduardo Chillida, los pintores Carlos Pascual de Lara y Néstor Basterrrechea y fray Javier M. de Eulate, autor de las vidrieras. Es la única vez que los dos hermanos trabajarán juntos.

En 1970 Antonio vuelve a partir rumbo a Recife (Brasil). Durante tres meses remonta el curso del Amazonas en barca, desde Belén a la cordillera de los Andes, donde escribe Aventurero sin equipaje por el Amazonas. En enero de 1971 es párroco de Angasmarca, en los Andes peruanos, experiencia que le marca y que refleja en su libro “Cartas parroquiales de Angasmarca”. Vuelve a España atravesando el Pacífico, con lo que completa la vuelta al mundo.

(Texto de la biografía en www.antonioteiza.org)

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