Ayer nos visitaron un grupo de 50 niños de 4 años, de segundo de Educación Infantil del Colegio Pedro I de Barbastro. A priori puede parecer una misión imposible enseñar arte e historia a niños tan pequeños, pero su curiosidad sin límites es el gran aliado de quien les quiere descubir el valor de la obra de arte como documento histórico.
En apenas 30 minutos aprendieron qué es una catedral, de dónde viene su nombre y en qué se diferencia de otras iglesias. También aprendieron quién, cómo, cuándo y por qué se construyó la catedral de Barbastro. Descubireron con admiración las bóvedas de crucería que, mágicamente, convierten la cubierta en un cielo estrellado y se aproximaron al sistema de trabajo de los gremios: maestros de obras, canteros, pintores, doradores, escultores…
Aprendieron qué es un retablo y para qué sirve y pusieron mucha atención en descubrir su iconografía. Enseguida encontraron el escudo de Barbastro, que nos habla del patronazgo de la obra.
Comprendieron por qué es importante preservar y tratar con respeto nuestro patrimonio y aprendieron qué es un restaurador y cómo hace su trabajo.
Aunque puede parecer que la historia es una materia poco adecuada para niños pequeños, los resultados demuestran que merece la pena dedicarle tiempo, energía y entusiasmo.
El arte, la arquitectura, la narración de relatos, las adivinanzas y poemas, son los instrumentos que nos permiten descodificar la historia; el resto, lo hace el juego imaginativo.
El Museo y el conjunto catedralicio de Barbastro son un conjunto privilegiado que nos da la oportunidad de enriquecer el contexto en el que los niños se educan, aprenden, razonan, investigan, descubren, estimulan su creatividad y adquieren valores.
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