El ciclo de la Pasión cobra importancia con carácter independiente en el arte occidental a partir del periodo románico. Los momentos fundamentales que se narran en este ciclo iconográfico siguen el relato de los cuatro evangelistas, junto con narraciones piadosas, como las Meditaciones del Pseudo Buenaventura, las Visiones de Santa Brígida o la Leyenda Dorada de Jacobo de Vorágine, que incluyó el relato de la Verónica.
Se trata en realidad de escenificar la muerte de Cristo, tratando de combinar los episodios sagrados con escenarios cotidianos y lugares reales, para facilitar su comprensión, la memorización del relato y para mover a devoción.